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El ostracismo era el destierro político acostumbrado entre los atenienses. La palabra deriva del griego ostrakismós y, a su vez, está relacionada con óstrakon. Los óstraka eran pequeños fragmentos de barro cocido procedentes de las vasijas y ánforas rotas que los ciudadanos atenienses usaban para escribir en ellos el nombre del político que por su mala praxis o gestión de lo público durante su mandato consideraban merecedor del destierro.

Aquel político cuyo nombre, tras la votación, aparecía escrito en 6000 tejuelas era expulsado de la polis durante 10 años, si bien no se le confiscaban sus bienes. El ostracismo fue instituido por Clístenes, uno de los padres de la democracia, para evitar el gobierno de los tiranos. Pero lo que en un primer momento fue un instrumento político positivo, con el tiempo se convirtió en un método perverso para derribar al rival político, de modo que lo sufrieron grandes estrategos atenienses como Temístocles, Arístides o Cimón.

Bastante ilustrativo es el texto que nos ha transmitido Plutarco:

Se cuenta que un analfabeto, tras entregar su óstrakon a Arístides, le pidió que escribiera por él el nombre de Arístides. Este, asombrado, le preguntó si Arístides le había causado algún daño. «En absoluto ―respondió el analfabeto― ni conozco a ese hombre, pero me molesta oírle llamar por todas partes “el Justo”». Después de escucharle, Arístides no replicó: escribió su propio nombre y le devolvió el óstrakon.

Curiosidades de las palabras: «OSTRACISMO»

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